Pymes, Bankia, Rato y la prima de riesgo forman una combinación explosiva que, durante los últimos días, trae de cabeza a la mayoría de analistas de mercado y a los responsables de la planificación económica de nuestro país. ¿Qué podemos aprender las empresas de todo este sistema macroeconómico del que ya se opina en las barras de los bares?

Resumamos la situación.
Rodrigo Rato presenta su dimisión en Bankia días antes de que se haga público que el Estado va a hacer un esfuerzo importante para evitar la quiebra de esta entidad. Aquello que, desde fuera y sin ningún tipo de información privilegiada, siempre se ha conocido como “maricón el último”. Sin embargo, y puesto que la realidad de las grandes empresas está muy relacionada (por desgracia) con la política, esta afirmación no deja de ser harto simplista. La cantidad de datos acerca de relaciones, conflictos de intereses, cadenas de favores y un sinfín de “tejemanejes” que no conocemos nos aleja de la posibilidad de emitir un juicio real sobre esta decisión.
Bankia, no contenta con un “rescate” de 4.500 millones de euros, a los dieciséis días pide una inyección de 19.000 millones más. Tras este movimiento, todo el Consejo de Administración dimite en bloque. Otra vez “maricón el último”. Curiosamente, donde el banco de Rato declaraba en su balance de febrero 309 millones de euros en beneficios, la reformulación de cuentas arroja unas pérdidas de 2.979 millones. Complicado, ¿verdad?
La reacción política tampoco nos saca de nuestro asombro, sino que lo acentúa. Un gobierno que no iba a rescatar, rescata. Una oposición a la que 4.500 le parecen bien pero 19.000 no; que no iba a pedir una Comisión de Investigación pero, finalmente, sí la solicita. De nuevo, ¿qué conflicto de intereses existirá para que la oposición cambie de parecer acerca de la investigación a la mala gestión de un banco que ha pasado a “ser del Estado”? La respuesta obvia (incompetencia) es poco creíble por excesivamente simplista.
Y la prima de riesgo. Se ha convertido en el deporte nacional. De repente todos sabemos lo que es la prima de riesgo, y hasta seguimos en tiempo real su evolución a lo largo de la jornada. Puede que nuestros conocimientos macroeconómicos no vayan más allá de la lucha entre Keynes y Friedman, pero todos opinamos, todos controlamos, todos sabemos.
En realidad, da igual. Podemos saber mucho, pero tendremos opiniones muy diferentes sobre cuál es la solución a seguir y cuál será el próximo escenario para España. Es demasiado complicado. A la vista de cualquier trabajador de nuestro país, esto se ha convertido en un ovillo infinito que cualquier gato tardaría más de siete vidas en desmadejar. Por eso la gente está intranquila, no sabe dónde meter su dinero, se siente insegura…
Y de repente, viene una niña de 12 años de Canadá y resume en cinco minutos cómo funciona el sistema financiero de aquel país. O aparece Leopoldo Abadía y se convierte en un best-seller, explicando la economía de una forma cercana y accesible para cualquier lector.
Pymes, empresarios y autónomos, en la sencillez está la fuerza. De toda esta vorágine de información y desinformación podemos sacar nuestras propias conclusiones, pero una es común: la sencillez vende.